Tapa del Libro.
¡Él es feliz!
Trabaja en un aserradero. Podía estar en
un taller mecánico, de ayudante de albañil, o en la cosecha del citrus o en la
recolección de arándanos.
En el aserradero ordena las maderas o
tablas que van cortando los que manejan las maquinas. Su tiempo pasa casi sin
darse cuenta.
Al mediodía descansan una hora para
almorzar tranquilos y le queda unos minutos para pensar en lo que queda de la
tarde en ese trabajo y también piensa en lo que le hace falta de comestibles
para cocinar a la noche. Tiene que comprar al pasar por el almacén que le queda
a mitad de camino, para no regresar. Y
también imagina que necesita algún pantalón, o una camisa. O mejor una
camperita porque ya se está acercando el otoño y los días prometen ser más frescos.
A las 17 horas toma su moto y se va a su
casa. Va marchando despacio, porque a él le gusta disfrutar del paisaje que lo
rodea. Siempre se maravilla con la naturaleza. Cada vez que se percata de los
pastizales y los árboles y algún hilo de agua respira profundamente y contempla
las bondades naturales y piensa que es Dios que se manifiesta en la retina de
sus ojos.
Todos los amaneceres y al regreso le pasa
lo mismo.
Imágenes entreveradas en su consiente y
subconsciente que van aflorando mientras anda su camino de regreso. Todo es
mágico.
En su camino ve a la distancia el negocio
y cambia rápidamente su viaje interior que le manifiestan sus sentidos por el
viaje exterior y cree revisar interiormente su lista de cosas que debe comprar para su casa.
Pasados unos minutos, ya está de nuevo
transitando ese camino polvoriento rumbo a su casa.
-
¡Puedo
ir a pescar un rato! – piensa con algarabía – Hace calor todavía y puedo ir al arroyo a bañarme un ratito y pescar
algo. Que lindo que esta para comer unos bagres fritos hoy.
Llega a su casa, abre el portón, abre la
puerta de la casa y la ventana, para que se ventile un poco. Saca de la mochila
ropa y el recipiente que uso para llevar al trabajo la comida para el mediodía.
Toma una pala y cava en un lugar que hay humedad para encontrar algunas
lombrices para pescar. Las pone con algo de tierra en una lata vieja de
duraznos y lo coloca en la mochila y también un salamín y algunos panes. Toma
su caña y unos aparejos y se marcha hacia el arroyo cercano.
El arroyo no es muy ancho pero conoce de
algunos pozos donde se puede pescar algo. Prepara la caña con la carnada y tira
el hilo hacia el agua. El hilo tiene una boya de plástico. A veces le ata un
corcho de botella de vino para que cuando pique el pescado lo puede ver. Clava
la caña en la arena y corta el salamín en rodajas inclinadas y corta el pan. Se
da el gusto de disfrutar ese salame picado fino que es más sabroso a su paladar
que el picado grueso. Cuando se mueve la boya está atento para darle un tirón
rápido para enganchar el pescado. Las imágenes son cambiantes.
-
¿Cómo
voy a comer el pescado “pescado”? Rebozado con harina y frito. Que rico.
Pesco varios bagres y algunas mojarras.
Cuando tuvo las necesarias para cenar, se lanzó al agua para nadar unos
momentos. Se zambulló, dio unos giros debajo del agua, nadó unos metros hasta
la otra orilla, volvió. Y ya está. Alcanzó para refrescarse y sacarse un poco
esa transpiración del día.
En algunas ocasiones lleva un sartén negro
que tiene y grasa. Con unas piedras que siempre hay en todo arroyo las junta y
hace fuego con leña del mismo monte. Hoy quiere comerlos en la casa.
Siempre que está ocupado en algo, se toma
su tiempo para pensar que esa arboleda, la arena, el agua y el aroma natural
son creaciones de Dios y las disfruta. De vez en cuando suele ir con algunos
amigos para pasar el día allí. No conoce otros lugares lejanos, pero este lo
maravilla.
-
La tarde
ya está hecha. Está oscureciendo – Y se marcha por un sendero
arbolado.
Ya en su casa, limpia los pescados y los
enjuga en una pileta que tiene en la parte de atrás de la casa. Las ubica en
una bandeja vieja y en una mesa las rebosa en harina común, luego fríe con la
mitad de grasa vacuna y mitad de aceite y cuando están doradas, las pasa por
agua fría con sal unos pocos segundos que preparó en otra fuente. Es para salar
el pescado.
Prepara todo para comer, y también un vaso
de vino y escucha la radio. Muchas veces escucha “Correo del campo” por la AM
local.
La cena ha estado deliciosa. Es tiempo de
un baño. Y también de descansar temprano porque al otro día de nuevo hay que
trabajar.
La rutina de su vida se reitera de lunes a
viernes y está acostumbrado de esa manera de vivir. Lleva adelante una vida sin
tantas ambiciones, vive con magnanimidad, gallardía y nobleza del ánimo. Se
siente completo con lo que tiene. Siente orgullo de tener lo necesario en su
casa y vestimenta para salir algún fin de semana a divertirse. Siente que vive
humildemente con sus cosas. No es necesario más que eso, piensa. Y lo cree.
Muchas veces se ha detenido a reflexionar
sobre el progreso de los demás, pero no le molesta.
Amigos son los amigos. Hay de todo en
estos amigos. Están los que le “aconsejaban” casarse, tener hijos, mudarse a
vivir en la ciudad, tener una vida “completa”.
-
No me
interesa tener lujos. Cuando me muera voy a irme de este mundo sin nada. Así
también nací, sin nada. No tengo hijos. Tampoco estoy desesperado buscando una
mujer para vivir mi vida junto a ella. Si en algún momento aparece alguien que
pueda ser mi compañera lo pensaré y decidiré. Me siento bien así. – reflexiona.
La felicidad es eso para él. El escritor
español, Fernando Savater, escribió en el libro “Los Pecados Capitales” que “la
felicidad era sentirse bien con uno mismo”. Y él se siente bien con él mismo. Y
es muy agradecido de la vida y de Dios.
Algunas tardes, al regresar de trabajar,
se sentaba en el patio delantero a tomar unos mates acompañándolo con torta
frita.
Un día, al volver, en el portón encontró una carta. Era su madre
que le había escrito. Cuanta alegría. Le decía que pronto lo iba a visitar.
Esperaba ese día con ansias. También él, le escribía contándole de sus
experiencias en medio del campo.
A las dos semanas él estaba calentando
agua para preparar el mate y siente que golpean las manos. Cuando sale a ver
para ver quien estaba afuera, era su mamá. ¡Qué alegría! Se le dibujó en la
cara una sonrisa incontenible, y se le humedecieron los ojos y el abrazo fue
largo y apretado.
Se besaron en ambas mejillas. Terminó de
aprontar el mate
-
¿Dulce o amargo? - y se sentaron en el patio a charlar de sus
vidas, de la familia, de la vida y los recuerdos aparecieron y las anécdotas.
-
¿Cómo está mi hija?
-
¡Nuestra hija! – dice la madre
-
Si. Ya lo sé mamá. Es el fruto de nuestro amor
prohibido. Nunca lo olvido.
-
¡Dios nunca va a perdonarme por amarte como te
amo! ¡Y menos por haber tenido esa hija maravillosa contigo! – suplicó
rompiendo en llanto
-
Yo sé que Dios nos perdona, cuidando a nuestra
niña.
-
¡Te quiero hijo! – sollozó la madre en el
abrazo fuerte y sostenido.
-
Yo también, ¡te quiero mucho! ¡Gracias
Fin.
Diploma digital que recibí por haber sido seleccionado con el cuento "La
felicidad oculta" en el Certamen "Armario de letras 2" de la Editorial
"Caza de versos" de Nuevo León, México. Jorge Luis Pereyra Director. Más
que agradecido.
Datos del autor
Nombre completo: Mario Oscar
Liand_Argentina
Fecha de nacimiento:
15/08/1961
E-mail: marioliand66@gmail.com
Redes sociales:
Facebook: Mario Liand
twitter: @MarioLiand,
Instagram @marioliand
País: Argentina