Fue el lunes 9 de mayo de
1988. Hace 32 años.
El Centro de Almaceneros Minoristas de Concordia presidido por Sergio Esquivel quien organizó el viaje para visitar el Parque Mattos Neto, un lugar cercano a las márgenes del Río Uruguay. Este Parque está en un pendiente que se convirtió en un anfiteatro. El altar se ubicó en la parte más alta para que el Papa Juan Pablo II pudiera celebrar la eucarística y para que sea visto por todos los que concurrieron en busca de un contacto con el Papa, o por lo menos para verlo de cerca. La fe de los presentes se sentía en la piel de cada uno. Se manifestaba una adrenalina que pocas veces había sentido en una multitud de personas.
Pasó que con mi prima, Beatriz Oribe, nos decidimos a ir a verlo. El lugar es cerca de Concordia, solo había que cruzar el Puente Internacional que esta sobre la Represa Hidroeléctrica de Salto Grande, que se construyó sobre el Río Uruguay a unos 18 km al norte de la ciudad de Concordia y también de la ciudad de Salto.
Preparamos una vianda para almorzar luego de la ceremonia ya que una vez finalizada ésta, nos trasladaríamos a las Termas del Dayman (Salto) para completar la tarde tan vibrante como emocionante.
El Papa realizo su oficio religioso en un altar construido con madera al estilo quincho con techo de paja. Permanecimos toda la ceremonia de pie porque no habíamos llevado sillones.
(Foto: Diario El Puebo)
En el lugar ofrecían posters entre otros varios elementos de fe, compré uno, lo que en un momento el Papa pidió que levantáramos en alto lo que queríamos que bendiga. Para mí fue el poster y una cadenita de plata con su correspondiente crucifijo lo que elegí para ello. Hasta el día de hoy guardo con mucho cariño y fe ese poster (que hice encuadrar) y esa cadenita.
Beatriz, mi prima, en cambio, levanto las dos manos para que sean bendecidas.
Había, allí, una multitud cuantiosa sedientos de la palabra de Juan Pablo II y de recibir bendiciones del Sumo Pontífice. Él, se había convertido en el “Peregrino de la fe” (Lo llamaban el Papa viajero o peregrino).
Pasamos una tarde renovados en la fe escuchando cada palabra del Papa. Fue muy vibrante estar allí. Diría que con palabras no puedo explicar lo que sentía haber estado en ese momento. Para mí era maravilloso haber estado cerca y haberlo visto con mis propios ojos. Fue una experiencia que no puedo explicar, pero algo allí se sentía y nos rodeaba. También comulgamos. Estaba tan lleno de gratitud por las bendiciones recibidas de él mismo en persona. Alnas lágrimas corrieron por mi mejilla que me humedecieron la cara.
Mi prima Beatriz había sido catequista en Colonia Los Sauces, donde vivió unos cuantos años. Se la veía alegre, llena de gozo interior, renovando su fe. Estaba tan contenta de haber estado en ese lugar en medio de semejante multitud y esto era increíble.
Era tan grande la conmoción que había provocado en Salto la visita del prelado católico más importante que los negocios embanderaron sus locales y pegaban afiches del evento y también fotos del Papa.
Con lágrimas en los ojos de muchos de los asistentes, se despidió finalmente el Papa realizando una bendición para todos los presentes.
Les imparto cordialmente mi bendición apostólica. Joannes Paulus II. (Foto archivo Cesio) (Diario El Pueblo)
Con el recuerdo y las imágenes impresas en las retinas de los ojos de la multitud despedía al Sumo pontífice saludando con sus manos en alto y tirando besos para retribuir semejante acto de fe, amor y bendiciones recibidas.
Alrededor de las 17 horas nos ubicamos toda la excursión en las termas y como a las 17 Hs. Atravesó el cielo salteño un avión donde estaba partiendo el Papa con destino a Montevideo (Uruguay).
Allí pudimos almorzar tranquilos y tomamos unos baños en las piletas termales y pensando que lo vívido iba a permanecer toda nuestra vida en imágenes cuantiosas que serían guardados como fotografías en algún lugar de nuestra mente. Por lo pronto agradecimos a Dios habernos permitido haber participado de ese acontecimiento tan importante para nuestras vidas.
Más allá de los que muchos puedan pensar, Nos quedamos con las imágenes mentales que guardamos como reliquia de aquel momento maravilloso vivido y que también fuimos estimulados por la fe. Fue un día inolvidable aquel 9 de mayo de 1988 vivido en Salto (Uruguay). Muy agradecido por todo eso.
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