viernes, 22 de enero de 2021

¿La muerte o alguien me lleva? - Mario Liand

El sábado 16 de enero de 2021 al atardecer me descompuse en mi casa con una serie interminable de vómitos. Muy mareado me incorporé de la cama, di la vuelta y me dirigí a la puerta y tropecé con el marco de la puerta y el rebote me tiro hacia un costado de la puerta cayendo delante del ventilador. Esto no lo recuerdo. Mi primo, que recién había llegado me ayudó a levantarme y fue entonces que le dije que me acompañe al Sanatorio para ver un médico. Estaba muy mareado y casi ni sabía lo que decía.

Si bien llevé barbijo, al entrar  no lo tenía colocado y una enfermera le dijo a mi acompañante “Lo hubiera traído con barbijo” a modo de hacerle ver la imprudencia (con muy justa causa). Tampoco recuerdo esto. Lo saqué del bolsillo y me lo coloque de oreja  a oreja.

Me hicieron pasar, acostar en una camilla, y las preguntas de rutina ¿Qué le pasó? ¿Cómo fue? ¿Vomitó? ¿De qué color? ¿Diarrea? ¿Qué más? Luego me tienen que haber extraído sangre para hacer una análisis y este dio que tenía muy bajos los glóbulos rojos. Estaba con anemia.

A la madrugada o casi al amanecer me trasladaron a terapia intensiva. Me trasladaron, haciendo cambio 2 veces de camillas hasta que quedé alojado allí. Sin mayores explicaciones, o al menos yo entendía poco lo que me decían y se lo decían todo a mi primito.

Mientras estuve en la guardia me dormí todo lo que más pude y cuando llego a terapia también.

Después de dormir un buen rato el primer día ya estaba cansado de la cama, me daba vueltas, me reprendieron porque las agujas empezaron a perder sangre, ensucie todas las sabanas, pero no había forma de poder estar en una sola posición porque me cansaba.

En algún momento de ese primer día escuchaba muchos tintineos de los aparatos que conectan a cada paciente. Era un concierto de ruidos de distintos tonos. Era un verdadero concierto, si bien suenan bajas las señales sonoras pero a mí me transportaban a escenarios insólitos. Cerraba los ojos y ante mis parpados aparecían dibujos o fondos increíbles a veces con colores uniformes y a veces en la línea de mi propio parpado aparecerían fondos que se acercaban hacia mí como si fuera una cámara de video. Tenía que abrirlos para que esa imagen terminara. Al cerrarlos nuevamente aparecía la misma imagen y tras varias veces de hacer lo mismo, los paisajes cambiaban. No eran paisajes estáticos, tenían movimiento. A veces eran ramitas secas múltiples de estaban sobre un fondo, pero todas a su vez tenían movimiento sobre ese fondo amarronado y también el fondo tenia movimiento. En ocasiones cerraba los ojos y me quedaba observando que sucedía y de vez en cuando me dormía y tenía sueños  o disvariaciones  ilógicas e irreales e incongruentes.

Así pasé hasta el otro día al mediodía, en que llegó mi primo con mi ropa, y entonces me incorporé en la cama y comencé a vestirme, para irme del Sanatorio. Entonces me dijeron que  no me podía retirar, ni levantar de  la cama.

-          Yo me voy a ir igual – les dije – mi primo me consiguió turno en “Puigarí” y necesito estar allá a la tardecita.

-          Pero no se puede retirar señor.

-          Lo lamento, yo me voy igual.

-          ¿Ud. Quiere firmar el alta voluntaria?

-          ¡Si! Quiero firmar el alta voluntaria. Ya lo he hecho otras 2 veces.

-          Bueno. No hay problema. Si es así, ya le doy los papeles para que firme.

-          De acuerdo – firmé – Muchas gracias por todo.

Nos dirigimos a mi casa. Obviamente yo no quería ir a Puigri”, sólo quería salir de ese infierno. Me decían que tenía anemia y en la comida que me brindaban no venía nada que tuviera hierro, ni siquiera la cucharita porque son de plástico. Yo necesitaba comer alimentos con hierro de forma urgente. La vez anterior que estuve internado por lo mismo, el mismo médico me había dicho que yo necesitaba comer hierro, así “que si tiene algún familiar que le pueda traer ese tipo de alimentos que le traiga, porque acá nosotros no lo hacemos”. Así que para mí era mejor estar en casa que en esa terapia, por Dios.

Una vez en casa, me recosté en la cama y me sucedía lo mismo, nada más que acá ya al cerrar mis ojos mis parpados cerrados empezaban a dibujar un niño con una línea que salía de un pequeño agujerito y se dibujaba solo y muy rápido y se multiplicaba el mismo dibujito. Era como que algo me tentaba a que yo mentalmente empujara hacia adentro cada vez que salía esa línea de cada agujerito pero no lo hacía, solo lo observaba. Para que se corte tenía que abrir los ojos. También me sucedió que aparecían paredes de ladrillos y algo los contorneaba toda la vuelta, ladrillo por ladrillo.

Lo último que vi 3 o 4 veces  o más, tal vez, era una mano abierta junto a un rostro que juntos se acercaban hacía mí y era como que me ofrecían un lápiz que tenía detrás de la mano. Me lo quería dar, me lo quería alcanzar, pero nunca intente que mi curiosidad fuera superior, así que para cortar eso abría los ojos. La cara y la mano estaban oscuras, sólo sabía que era una cara y una mano por la silueta, por el contorno.

Estas imágenes por momentos me preocupaban porque no entendía que me estaba pasando.

Mi única conclusión de todo esto es la siguiente, por lo menos lo que me quedó de lo que yo observaba con mis propios ojos cerrados: la muerte me acechaba, me buscaba, alguien me quería llevar y yo nunca acepté. Si yo hubiera empujado esa línea que salía de los agujeritos y dibujaba niños hubiera sido la conexión directa con el más allá. Lo mismo pensé, que si hubiera tomado mentalmente o hubiera pedido ver ese lápiz detrás de la mano mi existencia hubiera pasado al más allá inmediatamente.

Desde el mediodía que llegué a casa y hasta la noche sentía que era el último día de mi vida en este planeta. Me encomendé a Dios para que se haga su voluntad. Rece un rato casi sin fuerza, pero estaba decidido a aceptar la voluntad del creador. Edemas, esa tarde, la del 18, estaba muy calurosa, era una tarde agobiante. Le dije en algún momento a mi primo que si llegaba a la noche y podíamos comer, sobreviviría.

Mi primo prepara unas chuletas a la plancha con morcillas bien camperas y ensalada rusa y cenamos espléndidamente. Después de una ensalada de frutas que preparé, tomé mis habituales pastillas y una para dormir y nunca más tuve problemas de ver cosas al cerrar los ojos.

Gracias a Dios al otro día amanecí y eso era muchooooooooooo. Seguía vivo. Todo lo demas se los estpy contando en este escrito.

Gracias, gracias, gracias Universo.

 



Mario Liand

22 de enero de 2021. 01:00 p.m.

3 comentarios:

  1. Y hoy.... ya no estás.... Vuela Alto Marito querido

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  2. Mario querido! Recién estamos enterandonos de tus pesares, profundo es el dolor de no haber estado para ayudarte, Mario te recordamos con gran cariño, abrazo infinito querido amigo

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