lunes, 30 de septiembre de 2019

Concordia en el horizonte

 Concordia, la ciudad que se recorta en el horizonte.
(Vista desde "La Charita").


Concordia entre el cielo y la tierra.
(Vista desde la Av. Arturo Frondizi).



Mario Liand
29 se septiembre de 2019.

domingo, 29 de septiembre de 2019

Una felicidad oculta - Mario Liand


Tapa del Libro.




¡Él es feliz!
Trabaja en un aserradero. Podía estar en un taller mecánico, de ayudante de albañil, o en la cosecha del citrus o en la recolección de arándanos.
En el aserradero ordena las maderas o tablas que van cortando los que manejan las maquinas. Su tiempo pasa casi sin darse cuenta.
Al mediodía descansan una hora para almorzar tranquilos y le queda unos minutos para pensar en lo que queda de la tarde en ese trabajo y también piensa en lo que le hace falta de comestibles para cocinar a la noche. Tiene que comprar al pasar por el almacén que le queda a mitad de camino, para no regresar.  Y también imagina que necesita algún pantalón, o una camisa. O mejor una camperita porque ya se está acercando el otoño y los días prometen ser más frescos.
A las 17 horas toma su moto y se va a su casa. Va marchando despacio, porque a él le gusta disfrutar del paisaje que lo rodea. Siempre se maravilla con la naturaleza. Cada vez que se percata de los pastizales y los árboles y algún hilo de agua respira profundamente y contempla las bondades naturales y piensa que es Dios que se manifiesta en la retina de sus ojos.
Todos los amaneceres y al regreso le pasa lo mismo.
Imágenes entreveradas en su consiente y subconsciente que van aflorando mientras anda su camino de regreso. Todo es mágico.
En su camino ve a la distancia el negocio y cambia rápidamente su viaje interior que le manifiestan sus sentidos por el viaje exterior y cree revisar interiormente su lista de cosas que debe  comprar para su casa.
Pasados unos minutos, ya está de nuevo transitando ese camino polvoriento rumbo a su casa.
-          ¡Puedo ir a pescar un rato! – piensa con algarabía – Hace calor todavía y puedo ir al arroyo a bañarme un ratito y pescar algo. Que lindo que esta para comer unos bagres fritos hoy.
Llega a su casa, abre el portón, abre la puerta de la casa y la ventana, para que se ventile un poco. Saca de la mochila ropa y el recipiente que uso para llevar al trabajo la comida para el mediodía. Toma una pala y cava en un lugar que hay humedad para encontrar algunas lombrices para pescar. Las pone con algo de tierra en una lata vieja de duraznos y lo coloca en la mochila y también un salamín y algunos panes. Toma su caña y unos aparejos y se marcha hacia el arroyo cercano.
El arroyo no es muy ancho pero conoce de algunos pozos donde se puede pescar algo. Prepara la caña con la carnada y tira el hilo hacia el agua. El hilo tiene una boya de plástico. A veces le ata un corcho de botella de vino para que cuando pique el pescado lo puede ver. Clava la caña en la arena y corta el salamín en rodajas inclinadas y corta el pan. Se da el gusto de disfrutar ese salame picado fino que es más sabroso a su paladar que el picado grueso. Cuando se mueve la boya está atento para darle un tirón rápido para enganchar el pescado. Las imágenes son cambiantes.
-          ¿Cómo voy a comer el pescado “pescado”? Rebozado con harina y frito. Que rico.
Pesco varios bagres y algunas mojarras. Cuando tuvo las necesarias para cenar, se lanzó al agua para nadar unos momentos. Se zambulló, dio unos giros debajo del agua, nadó unos metros hasta la otra orilla, volvió. Y ya está. Alcanzó para refrescarse y sacarse un poco esa transpiración del día.
En algunas ocasiones lleva un sartén negro que tiene y grasa. Con unas piedras que siempre hay en todo arroyo las junta y hace fuego con leña del mismo monte. Hoy quiere comerlos en la casa.
Siempre que está ocupado en algo, se toma su tiempo para pensar que esa arboleda, la arena, el agua y el aroma natural son creaciones de Dios y las disfruta. De vez en cuando suele ir con algunos amigos para pasar el día allí. No conoce otros lugares lejanos, pero este lo maravilla.
-          La tarde ya está hecha. Está oscureciendo – Y se marcha por un sendero arbolado.
Ya en su casa, limpia los pescados y los enjuga en una pileta que tiene en la parte de atrás de la casa. Las ubica en una bandeja vieja y en una mesa las rebosa en harina común, luego fríe con la mitad de grasa vacuna y mitad de aceite y cuando están doradas, las pasa por agua fría con sal unos pocos segundos que preparó en otra fuente. Es para salar el pescado.
Prepara todo para comer, y también un vaso de vino y escucha la radio. Muchas veces escucha “Correo del campo” por la AM local.
La cena ha estado deliciosa. Es tiempo de un baño. Y también de descansar temprano porque al otro día de nuevo hay que trabajar.
La rutina de su vida se reitera de lunes a viernes y está acostumbrado de esa manera de vivir. Lleva adelante una vida sin tantas ambiciones, vive con magnanimidad, gallardía y nobleza del ánimo. Se siente completo con lo que tiene. Siente orgullo de tener lo necesario en su casa y vestimenta para salir algún fin de semana a divertirse. Siente que vive humildemente con sus cosas. No es necesario más que eso, piensa. Y lo cree.
Muchas veces se ha detenido a reflexionar sobre el progreso de los demás, pero no le molesta.
Amigos son los amigos. Hay de todo en estos amigos. Están los que le “aconsejaban” casarse, tener hijos, mudarse a vivir en la ciudad, tener una vida “completa”.
-          No me interesa tener lujos. Cuando me muera voy a irme de este mundo sin nada. Así también nací, sin nada. No tengo hijos. Tampoco estoy desesperado buscando una mujer para vivir mi vida junto a ella. Si en algún momento aparece alguien que pueda ser mi compañera lo pensaré y decidiré. Me siento bien así. – reflexiona.
La felicidad es eso para él. El escritor español, Fernando Savater, escribió en el libro “Los Pecados Capitales” que “la felicidad era sentirse bien con uno mismo”. Y él se siente bien con él mismo. Y es muy agradecido de la vida y de Dios.

Algunas tardes, al regresar de trabajar, se sentaba en el patio delantero a tomar unos mates acompañándolo con torta frita.
Un día, al volver,  en el portón encontró una carta. Era su madre que le había escrito. Cuanta alegría. Le decía que pronto lo iba a visitar. Esperaba ese día con ansias. También él, le escribía contándole de sus experiencias en medio del campo.
A las dos semanas él estaba calentando agua para preparar el mate y siente que golpean las manos. Cuando sale a ver para ver quien estaba afuera, era su mamá. ¡Qué alegría! Se le dibujó en la cara una sonrisa incontenible, y se le humedecieron los ojos y el abrazo fue largo y apretado.
Se besaron en ambas mejillas. Terminó de aprontar el mate
-          ¿Dulce o amargo? -  y se sentaron en el patio a charlar de sus vidas, de la familia, de la vida y los recuerdos aparecieron y las anécdotas.
-          ¿Cómo está mi hija?
-          ¡Nuestra hija! – dice la madre
-          Si. Ya lo sé mamá. Es el fruto de nuestro amor prohibido. Nunca lo olvido.
-          ¡Dios nunca va a perdonarme por amarte como te amo! ¡Y menos por haber tenido esa hija maravillosa contigo! – suplicó rompiendo en llanto

-          Yo sé que Dios nos perdona, cuidando a nuestra niña.
-          ¡Te quiero hijo! – sollozó la madre en el abrazo fuerte y sostenido.
-          Yo también, ¡te quiero mucho! ¡Gracias


Fin.


 
Diploma digital que recibí por haber sido seleccionado con el cuento "La felicidad oculta" en el Certamen "Armario de letras 2" de la Editorial "Caza de versos" de Nuevo León, México. Jorge Luis Pereyra Director. Más que agradecido.





Datos del autor
Nombre completo: Mario Oscar Liand_Argentina
Fecha de nacimiento: 15/08/1961
E-mail: marioliand66@gmail.com
Redes sociales:
Facebook: Mario Liand
twitter: @MarioLiand,
Instagram @marioliand
País: Argentina


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