jueves, 24 de diciembre de 2009

Hermano Luis (Parte 2)


 Hermano Luis 
Parte 2
Por Mario Liand


VI
Certeza sobre donde vivía

 
Así que al otro día vinieron a casa Janino y su esposa. Pero la que hablaba era la esposa. Él estaba un poco más allá.
-  Mira Mario, aquí es este papelito te escribí la historia de Luis - era un papelito chico y había escrito algunos datos - La familia Randotto del Barrio Las Tejas conocen bien la historia de Luis, Porque la madre lo dio por consejo de ellos. Por lo que sé se lo dieron a una familia de El Redomón...
-  ¿Qué apellido?
-  No sé... porque eran amigos de esa familia Randotto... me parece que era Noir o algo parecido... Sé que eran de El Redomón, pero no sé.
-  ¿La madre lo dio?
-  Si, porque ella era media vaga y tomaba mucho, y tenía un macho nuevo y no lo quería al Luis... lo maltrataba mucho...
-  !A la mierda¡ ¿No sabe con seguridad si sigue viviendo en El Redomón?
-  No. Yo perdí contacto con Luis y no sé nada de él. Tendrías que ir a ver a la familia Randotto, ahí en Las Tejas, y habla con ellos.
-  Bueno. Le agradezco mucho la información. Esto me va a servir un montón.
-  No tenes que agradecérmelo. Yo lo hago por vos. Porque te conozco bien y porque te aprecio. Si fuera por tu padre no haría nada de esto por él. Tu padre, y perdóname que te lo diga, pero tu padre fue muy hijo de puta, lo que le está pasando es remordimiento por lo que hizo, porque eso no se hace...
-  Bueno... Gracias... Lita... Yo respeto mucho su opinión, es mi padre...
-  Si ya sé que es tu padre, pero él está pasando mal y está en terapia porque son los remordimientos que tiene, por eso te pidió que lo busques... ¿Por qué no lo busco él?
-  Ehh...
-  Yo sé que es tu padre, perdóname que te lo diga en estos momentos, pero es una bronca que tengo adentro de muchos años y yo soy de decir la verdad. A mí nunca me vas a escuchar andar con mentiras...
-  Bueno... Está bien. Le repito que yo acepto totalmente su opinión. Todos no pensamos igual. Tienen que haber pasado cosas por eso piensa usted así. Cosas que no conozco... pero tampoco quiero saberlo ahora. Solo quiero buscar a Luis.
-  Si ya sé. Anda a hablar con los Randotto que te van a contar como sucedió todo, ellos saben bien... - luego de indicarme como llegar a esa casa, se marcharon diciendo...
- Cualquier cosa que quieras saber, me lo preguntas a mí, a mi marido no porque no quiere saber de lío son eso, me lo preguntas a mi nomás que si yo lo sé te contesto y si no te lo averiguo…
- Bueno. Muchas Gracias. De corazón les agradezco un montón. Me preocupa la salud de mi papá, sé que los tiempos me urgen por eso es que los moleste para que me den datos para poder encontrar a mi hermano nuevo. Gracias. (¿Qué más tengo que saber?) – pensé.

Los tiempos me apuraban, papá seguí en terapia y no había mejoras, el médico me informaba que había que esperar, que no se iba a recuperar porque estaba muy deteriorada su salud, que el Parkinson es progresivo, etc., etc., Yo tenía alguna esperanza dentro mío, al fin de cuentas era mi padre. Yo esperaba que se mejore y que pueda hablar con su hijo. Quería vivir ese momento. Quería ver qué pasaba, cuál era la reacción de los dos.






VII
Tenía más datos sobre Luis Alberto



Después de cinco días a mamá le dieron el alta. El médico me informó que podía llevarla a su casa. Entonces llame a mi hermano para informarle lo que estaba sucediendo y que acomodara la habitación porque a mamá le habían dado el alta.

- Miguel prepara la pieza que a mamá le dieron el alta, ya vamos para allá – Le dije en tono amistoso.
- Bueno. Yo estoy haciendo sopa de verduras, así que cuando venga comemos.
- Bueno. Ahí vamos. – y corte el teléfono. Y se me ocurrió llamarlo de nuevo:
- Miguel, saca cien pesos de la plata de papá que me voy a El Redomón para buscar al hijo, que él lo quiere ver.
- Bueno. – me dijo y corto la comunicación. Al ratito me llamó de nuevo:
- Mario – dijo exasperado – yo nunca le toque nada a los viejos y no le voy a tocar nada. Así que no le voy a tocar nada.
- Bueno. No te hagas problemas que yo voy a ir igual a buscarlo al hijo de papá. Chau.

Uno de esos días, fui a la obra social donde trabaja Norma y le recomendé que llamé a Marisa a Los Charrúas y que le diga que averigüe sobre mi hermano porque papá seguía mal y que Janino no me daba respuesta. Norma llamó a Marisa y esta estuvo de acuerdo. Marisa pidió hablar conmigo:
- Mario, pero ¿es verdad esto de tu hermano?
- Es lo que me contaron…
- ¿Vos estas seguro?
- Creo que sí. Le pregunte a mi padre antes que de que fuera internado y me confirmó que sí…
- Tu papá ¿estaba consiente cuando le preguntaste?
- Si estaba bien. Estaba lucido. Creo que es verdad que tengo un hermano. Además él mismo me pidió que lo busque.
- Mario, si estas totalmente seguro te cuento lo que averigüé.
- A ver… dale…- Mira… parece que este Luis Ramos se casó con la hija de un municipal…
- ¿De la Municipalidad de Los Charrúas?
- Si. De aquí. Mi oficina de la obra social está aquí dentro de la Municipalidad.
- ¿Y qué apellido tiene el suegro?
- González…
- ¿González?
- Si. González. Y lo veo todos los días.
- Estaba más cerca de lo que esperabas.
- Realmente sí. Todos los días lo veo. Pero no tenía ni idea que ese muchacho era tu hermano.
- Yo tampoco si hace un año que me enteré que tenía un hermano. ¿Lo podes ver y decirle que yo voy a ir a verlo para que me explique donde vive Luis?
- ¿Cuándo vas a venir?
- Mañana. Mañana voy por tu casa y me llevas a la casa de González. A eso de las 5 de la tarde, antes no puedo.
- Dale. Vení que te llevo personalmente.
- Gracias Marisa.

Como papá estaba en terapia y yo no tenía respuestas de Janino, se me ocurrió eso. Lo de pedirle a mi hermano que tomara 100 pesos de la plata de mi padre para viajar en la búsqueda de mi hermano. Yo no tenía un solo peso. Y los tiempos me apuraban. No sabía qué hacer.
Además un rato antes de que salga mamá de alta yo había organizado desde el pasillo del sanatorio el viaje hacia El Redomón. Llamé a una remisería de Villa Adela y le pedí que me reserve un remisse para las 17 horas del día siguiente para viajar. También llamé a una amiga para que me acompañe. Porque la idea de ir a buscar un hermano que no conocía estaba muy buena, pero no tenía ni idea como reaccionaria.
Tampoco tenía datos de si él sabía que papá era el papá de él.
Tampoco tenía precisión si se habían visto alguna vez, o si él estaba resentido por lo que le toco vivir, se podía enojar al verme o no, si le daría lo mismo o no. No tenía ni idea que pasaría si lo tenía enfrente de mí. Por eso invité mi amiga.
Pero al escuchar la negativa de mi hermano, tuve que suspender mis planes. Suspendí el remisse, le avise a Stella Maris, mi amiga, y le avise a Marisa que no podía viajar por algunos inconvenientes familiares.
Yo no me animaba sacarle cien pesos de mi padre delante de mamá. Yo había pensado tomarlo prestado y devolverlo ni bien cobre mi sueldo.
Mientras llamé a la remisería y suspendí el viaje y también avisé a mi amiga y le dije que no iría ese día a El Redomón por problemas familiares.
Llegamos a casa con mamá y estaba mi hermano muy enojado, si bien no me dijo nada, pero se notaba su bronca. A lo mejor pensó que quería robarle la plata a mi padre. Luego de un rato y después que mi madre almorzó, mi hermano Miguel se fue a la casa donde vivía con su mujer.
Di vueltas y vueltas y se me dio por contarle a mi mamá lo que había pasado por culpa de los cien pesos.
Le expliqué lo más exacto que pude y traté de no inventar nada. Los tiempos se acortaban, mi padre estaba en terapia y yo no había logrado ubicar a mi hermano nuevo, a ese hermano desconocido.
Por supuesto que mi hermano Miguel descreía de lo que yo afirmaba, respecto del hijo de nuestro padre. Él decía que yo inventaba todo, que estaba loco, que no sé cuántas cosas más.
- Bueno. No te hagas problemas que yo te doy la plata y te vas a buscarlo. Total la cagada ya está hecha. Si es hijo de él y él te confirmó que es hijo de él anda a buscarlo.
- Bueno. Gracias. Voy a ir mañana de mañana a ver si lo encuentro.
Nuevamente llamé a la remisería y a mi amiga Stella Maris para organizar el viaje hacia El Redomón, también avise a Marisa de Los Charrúas que llegaría a las 9 de la mañana. Tenía los $100 que me dio mi madre y $40 y pico que tenía yo. Para ir y volver me alcanzaría si el viaje no era tan complicado. El remisse me cobraría unos ochenta pesos (unos veinticinco dólares).






VIII
Viaje a Los Charrúas a buscar a Luis Alberto



Esa noche me fui a mi casa de Villa Adela y al otro día me levante temprano porque estaba ansioso por el viaje, preparé el mate, llamé a Stella Maris y le di indicaciones para que viaje en remisse desde Concordia hasta mi casa en Villa Adela.
Fui al kiosco a comprar un sachet de leche para desayunar y le comenté a la dueña del quiosco que me iba de viaje.
- Me voy al Redomón a buscar a mi hermano – le dije de repente.
- ¿Así? ¿En qué te vas?
- En remisse, tengo el dinero y me voy a buscarlo porque mi papá no mejora y tengo que encontrarlo antes que a papá le pase algo.
- …. – Pensó algo y me dijo – ¿no queres que te lleve mi esposo?
- Ehh… ¡NO! – Le increpé – ya tengo todo organizado. Si llamo al remisería para suspender el viaje de nuevo me van a matar… Ya lo suspendí ayer, y hoy otra vez no. Además tengo el dinero para viajar…
- Pero… mi marido te lleva. Llama a la remisería y suspéndelo, decile cualquier cosa… que no podes viajar porque no podes o algo así…
- No, no. Ya está confirmado el remisse y mi amiga está viniendo porque salimos a las ocho y media para allá…
- Suspende el remisse que mi marido te lleva.
- Ehhh… Bueno… dale.

Llame a la remisería y avisé que no viajaría y le pedí disculpas.
El esposo de la quiosquera estaba muy de acuerdo en llevarnos a El Redomón.
Pronto llegó mi amiga, y nos subimos al auto y viajamos en busca de mi hermano.
La primera parada fue en la casa de Marisa una vez que arribamos a Los Charrúas, que está a unos treinta minutos de Concordia. Allí bajamos y charlamos y Marisa estaba muy curiosa con la historia, así que tuve que resumir toda la información. No llevó a la casa de González.
- Mario, ¿vos estas seguro de toda esta historia? – me dijo Marisa.
- Si, si… es lo que te dije por teléfono… alguien me contó que tenía un hermano y mi padre me lo confirmó y acá estoy.
- ¡Estás seguro!
- ¡SI!


Golpeamos las manos, nos estaban esperando porque Marisa les había avisado que iría un hermano de Luis. La mujer salió con una expresión muy extraña. Le conté lo que estaba sucediendo. La mujer llamada Celia lagrimeaba.
- Luis nunca nos contó que tenía hermanos. Nunca habló de eso. Nunca nos dijo nada. Y ahora así de repente aparece un hermano buscándolo. ¿Para qué?
- Bueno, ya le conté, mi papá, que creo que es el papá de Luis está muy grave, está en terapia, y me pidió que lo busque y eso es lo que estoy haciendo. ¿Ud. nos va a llevar a la estancia donde él trabaja?
- Si. Si… Él nunca contó que tenía hermanos…
- Esta bien señora. La entiendo. Ud. quédese tranquila. De todas maneras yo no busco nada. Solo que mi padre me pidió que lo busque y por culpa de un familiar de Luis, que prometió decirme donde vivía Luis, me demoré demasiado. Ahora, gracias a Marisa lo encontramos.
- Y bueno. Vamos a la estancia.






IX
Viaje a El Redomón a buscar a Luis Alberto



Partimos en unos pocos minutos rumbo a la Estancia el Gallo, en ese lugar trabajaba. Nunca entendí si era el dueño de la estancia, o encargado, o qué.
El viaje desde Los Charrúas hacia la Estancia El Gallo, para mí, fue muy tenso. No sabía que decir, la mujer llorisqueaba, no encontraba palabras para explicarle la situación y se tranquilizara.
- Así ¿Qué nunca contó que tenía hermanos? – dije con ánimo de iniciar una conversación y darle paz a Celia, la suegra de mi hermano Luis.
- Nunca. Eso sí que nunca nos imaginamos que tenía hermanos.
- ¿Él nunca les habló de eso?, ¿tal vez porque no sabía que tenía hermanos?
- Jamás se acordó. Y ahora de repente aparece un hermano. Que no sabemos quién es, que quiere, ¿Por qué apareció ahora usted? – me intimó.
- Porque papá está muy mal. Como él me pidió que lo buscara hace un año y yo me demoré demasiado porque un tio de Luis Alberto no estaba de acuerdo en que yo sepa donde se encontraba. A veces tengo miedo que a mi papá le pase algo feo y yo no pueda llevárselo para que lo vea.
- ¿Dónde está su papá?
-  Está internado, en terapia, en un centro privado, y está mal, el médico dice que no mejorará. Ud. Sabe lo que es el mal de Parkinson. Vio que el Papa Juan Pablo II murió de eso y con todos los adelantos que hay no pudieron curarlo.
- Ah sí... Murió de eso sí. Que enfermedad desgraciada.
- ¿Luis está casado con su hija?
- Si con mi hija Margarita.
- ¿Y tiene hijos?
- Si tiene hijos, sí.
- ¿Cuántos?
- Cuatro. Cuatro tiene.
- ¿Qué edad tienen los chicos? – pregunté para averiguar cuantos años llevaban de casados.
- La más grande tiene 6 años.
- Ahh…
- ¿Vienen a la Escuela de Los Charrúas?
- No. Ellos tienen una escuela cerca de la estancia donde vamos ahora.
- Ahh… ¿Les queda cerca entonces?
- Y si.
- ¿Van a caballo o en sulky?
- Los sulky ya no existen más por acá. Van caminando. Es cerca.
- ¿Cuánto?
- Y no sé cuánto habrá. Debe haber… unos cinco mil metros. Creo yo, no sé cuánto queda.
- Ahhh… Cinco mil metros es relativamente cerca acá en el campo…
- Tan cerca no es. Pero bueno.
- Lo que le quiero decir que no tienen que tomar un ómnibus y viajar hasta Federal o Los Charrúas para ir a la escuela.
- Ah sí. Eso sí. No tienen que ir en colectivo. Es cerca.
- ¿La familia de Luis donde vive? ¿En Los Charrúas? Y los fines de semana ¿se viene a los Charrúas para pasar con ellos?
- No.
- ¿Dónde viven? ¿En Los Charrúas?
- A veces vienen a casa y están ahí dos o tres días.
- ¿Ellos tienen casa en Los Charrúas?
- No. No. No tienen casa. Viven en la estancia.
- Ha… Ahí está… Así que viven en la estancia. Y los fines de semana se van a su casa de Los Charrúas.
- Si. Van para casa. Con todos los chicos.
No, digo, van a su casa, a la Casa de Luis.
- No nunca van. Luis tiene una casa en El Redomón.
- Ha… ahí tiene su casa. ¿Recibió alguna herencia?
- No sé, Creo que sí. Los que lo criaron a él son de apellido Noir. Y le toco a él un terreno grande ahí en El redomón.



X
Un viaje con muchas incertidumbres



De vez en cuando yo hablaba con el chofer de nombre Miguel, y buscábamos diversos temas para no incomodar tanto a Celia.
Hablábamos de los caminos, los enripiados, los pozos, los pastizales, los montes, las plantaciones. Mi cerebro estaba a mil rpm. En el auto viajábamos el dueño del auto y chofer Miguel, Stella mi amiga, Celia la suegra de mi hermano Luis y yo. Era un Peugeot 306 nuevo, andaba muy bien, era muy cómodo. Mis neuronas cada vez me tensaban más.
¿Qué pasaría cuando este frente a Luis? ¿Me aceptará? ¿No me aceptará? ¿Cómo ha vivido su vida? ¿Fue muy dañino lo que hicieron con él? ¿Estará con rencores? ¿Tendrá resentimientos? ¿Me echará ni bien me vea? De todas maneras yo solo quiero cumplir con el deseo de mi papá. Él lo quiere ver y eso es lo que le voy a decir a mi hermano en cuanto lo vea. Si Luis toma la decisión de no verlo porque lo abandonó de chico o no le dio el apellido, estará en todo su derecho. Yo sólo quiero informarle de lo que pasa y me volveré. Si quiere verlo o no es una decisión de Luis. No mía.
Yo solo cumpliré en verlo y decirle que papá está en la terapia intensiva y que me pidió que lo busque porque quiere verlo. Lo quiere ver o no es responsabilidad de él, es decisión de él, no tengo porque enojarme. ¿Cómo será? ¿Será rubio? ¿Será bajito como mi padre? ¿Será gordo, flaco, alcohólico como me dijo su tía? ¿Cómo será? – pensaba incisivamente entre charla y charla con los demás viajeros.
El viaje se hacía largo y pronto pasamos por El Redomón, mire las casas que allí había, pero no me animé preguntarle a Celia cual era la casa de mi hermano Luis, porque pensé que podría desconfiar que yo estuviera interesado en algo que le pertenecía a él. No era ese el motivo de mi búsqueda. Solo quería cumplir con el deseo mi padre.
Pasamos por el puente sobre el Arroyo Robledo y luego llegamos a la virgencita y Celia orientó al chofer por donde entrar a la Estancia.
Había un portón abierto con guardaganado (para que los vacunos no salieran a la calle). Por allí pasamos y no transitábamos hacia el casco de la estancia El Gallo entre animales, vacas, terneros, hasta que llegamos a la casa. Celia bajo del auto para abrir el portón del casco y entramos hasta la casa que estaba muy cerca. Allí llegaba Celia que se dirigió caminando y salió una mujer morocha y joven con unos chicos. Saludamos y la misma Celia nos presentó. Era la esposa de Luis con sus cuatro hijos.
- Estos son mis sobrinos – pensé - Que chiquititos que son. ¿Cómo se llaman? – pregunté con ansiedad.
- La más chiquitita es Micaela, El varoncito es Javier, ella es Melisa – señalando a la más grande – y esta es Marisol – me indicó por la que estaba más cerca de la madre y parecía un poco tímida.
- ¿Y Luis? – pregunto Celia A la esposa de Luis.
- Anda con el tractor, fueron a buscar leña al monte, pero ya están por venir – dijo mirando hacia el camino que los traería de regreso a la casa – pero… - dijo prestando atención con el oído, como escuchando el motor del tractor que se acercaba – por ahí deben venir porque escucho el tractor cerca. Están cerca. Ya han terminado.
- Bueno… lo esperamos, total no va a demorar mucho.
- No. Creo que vienen, si ese es el ruido del tractor.
Nos quedamos todos parados en forma de círculo, fuera de la casa. Al parecer Vivian muy humildemente, con lo necesario. La casa era vieja. Y ellos ocupaban una parte de lo que había sido la gran casa de la estancia. Se la veía muy abandonada, descuidad.
- Vivirían allí por razones laborales - pensé sin buscar ninguna otra explicación.

De pronto el tractor rompió con el tenso silencio y las palabras obligadas surgieron.
- ¿Ese es Luis? – pregunté mientras lo observaba y sacaba conclusiones si era parecido a mi padre o no.

Paró el tractor a unos cuantos metros y se acercó caminando mientras se arreglaba la ropa. Mis ojos estaban fijos concentrados en Luis. Era bajito, menudito, rubio castaño, pelo un poco crespo y algo largo y el tiempo transcurrido se le notaba en la cara. Se le notaban arrugas en la cara. Me comparé rápidamente con él. Me sentía que yo parecería más joven que él. Experimenté la sensación de que ese hermano que tenía cerca de mí le habían negado vivir la infancia con sus otros dos hermanos: Miguel y yo. Cuantas cosas tendríamos para contarnos. Cuantos recuerdos. Cuantas Sensaciones. Cuantos fracasos. Pensé por un instante que como él había formado una familia y tenía hijos, los problemas del abandono del padre y la madre los estaría amortiguando bien. Sólo eran suposiciones. Llegó él hasta el círculo, saludo a todos dándonos la mano y un beso a las mujeres.
- ¿Qué pasa? – dijo recorriendo la vista por cada uno de los que estábamos allí.
- Bueno, mira. Yo soy Mario Liand. Por las noticias que tengo, vos y yo somos hermanos – le dije mirándolo a él. El miraba al suelo y a mí.
- ¡Ah, había sido terrible el viejo! – exclamó y provocó una sonrisa en todos los presentes. Así rompió la tensión, el hielo que había. Creo que en ese momento todos nos distendimos.
- Ahá – le dije mientras me sonreía. Luego de un momento le expliqué – vos sabes que papá, tu papá está muy mal de salud. En Estos momentos está en terapia intensiva, está muy mal y me pidió que te buscara porque quiere verte – le explique delante de todos con muchos nervios. Yo recordaba que misión era solo informarle que mi padre estaba mal y que quería verlo. Lo que Luis decidiera yo lo respetaría porque las broncas eran de él. Era él, el que había sufrido el accionar de sus padres – El está internado, Si queres vamos a verlo ahora, o vos vas otro día, como vos quieras, tenes tus responsabilidades, arregla todo. Si queres vamos ahora o vas mañana o pasado, como te quede mejor a vos – reiteré.
- Y bueno – dijo mirando al piso de tierra firmemente, levantó la cabeza y dirigió su mirada hacia su esposa. Solo un instante duró esa mirada. Algo en el gesto de ella le indicó que si – Si. Vamos ahora. Me cambio y vamos.
- Bueno – le dije y miré al chofer Miguel si estaba dispuesto a viajar con Luis hasta Concordia.
- Si. Vamos. No hay problemas. Vamos – dijo Miguel el dueño del auto.

 



XI
El contacto con mi hermano Luis Alberto



Todo había pasado tan rápido y yo no lo podía creer. Conocí a mi hermano, le informe cual era el motivo de mi visita y él con una grandeza impresionante se decidió en el momento y viajamos hacia Los Charrúas. En el auto viajábamos 10 personas. El 306 era un fierro bárbaro: Miguel el Chofer, en el asiento trasero estaban Celia, Luis y la esposa y en sus faldas tres de sus hijos y Stella. El varoncito y Yo en el asiento del acompañante del chofer. Parecía una lata de sardinas. Así llegamos a El Redomón y quedaron los cuatro chicos, Celia y la esposa de Luis. Miguel, Stella, Luis y yo nos dirigíamos ahora rumbo al sanatorio donde estaba mi padre internado. Yo no podía creer lo redondo del viaje. Había salido todo bien. Yo esperaba que decidiera pos sí mismo el viaje. No lo obligaba. Pero aceptó sin ninguna presión. Estaba contento porque en unos minutos más podía cumplir con el deseo de mi padre.
- ¡Gracias a Dios todo salió bien! – exclamé para mí mismo en silencio levantando mis ojos al cielo y con el corazón lleno de emoción.

Stella, que viajaba en la parte trasera del auto, estaba comunicándose permanentemente con sus amigos, amigas compañeros de trabajo que también eran los míos, informándoles lo que pasada con el encuentro por medio de mensajes con el celular. Yo no sabía que había tanta gente que estaba pendiente de mi encuentro con Luis. Hasta desde Buenos Aires se mensajeaban con Stella casi paso a paso informándose del encuentro de los hermanos. Mientras viajábamos hacia Concordia comenzó a leerme los mensajes y yo no lo podía creer. Lo juro. No podía creer que tanta gente estaba expectante de lo que sucedía. Stella parecía un móvil en directo con el resto de nuestros amigos. Ja, ja. Esto era impresionante, me sentía en las nubes, por momentos. Solo le decía a Stella que les agradezca a todos. Así lo hizo. Había amigos de ella que lloraban por todo esto y yo no lo sabía, era emocionante. No sabía que pensar. No sabía que decirle a Stella. Porque también estaba en mi mente el momento en que Luis entraría a la sala de terapia para verse con papá. Yo rogaba que papá estuviera consciente, aunque sea un momento.
Unos días antes yo había hablado con el médico jefe de la terapia intensiva, Dr. Ezequiel Forte, y me autorizó que entrará con mi hermano Luis el día que sea y a la hora que sea, gesto que le agradecí de antemano como corresponde.
Arribamos al sanatorio, entré solo para hablar con el médico y me autorizó inmediatamente, fuera del horario de visita, que entrara con mi hermano Luis a ver a papá. Yo muy intrigado con la reacción d ambos. Nos paramos ambos del lado izquierdo de la cama y:
- Hola papá – le dijo Luis en voz baja. Yo esperaba que papá abriera los ojos. Pero no. Estaba inconsciente supongo – yo soy tu hijo Luis Ramos ¿Cómo estás? –continuo diciéndole cerca del oído.
Luego lo tomo de la mano y papá hizo un muy leve movimiento pero solo fue eso, un leve movimiento. ¿Sería una reacción de alegría porque lo fue a ver? ¿Qué sintió? ¿Qué fue eso? ¿El mensaje de que entendía todo? No sé qué explicar acá. Papá tenía los ojos abiertos pero su mirada estaba fija en algún lugar de la habitación. Mi hermano Luis se cruzó para el otro lado de la cama para ponerse delante de su mirada, pero no vimos ninguna reacción, ni detectamos gesto alguno, por lo menos a nuestro parecer.
Lo tomo de la mano, se movió, no tenia gestos de haberlo reconocido, ¿Qué pasó con todo eso? ¿Cuándo Luis lo tomo de la mano? ¿Lo habrá reconocido en su interior, en su mente? ¿Lo habré logrado? Prefiero pensar que sí. Que así fue.
Luego de unos 10 minutos la visita había concluido. Miguel se ofrecido para llevarlo a Luis hasta Los Charrúas de vuelta. Hasta allá fuimos. Miguel nunca me cobró ningún peso por el viaje, ni siquiera la nafta quiso que le pague. Solo me dijo que si algún día hacia un asado que lo invite. Tanto drama que me hice por ese viaje y el que me llevó no me cobró ni un solo peso. Al regreso fui a casa de mamá y le devolví el dinero que me había dado para pagar el viaje.
El día lunes, sin saberlo yo, Luis viajo desde Los Charrúas a Concordia por trámites personales, y de paso, paso por el sanatorio para verlo al padre. Pidió autorización para entrar antes del horario de visita porque debería volverse a Los Charrúas a las 12 horas del mediodía. Cuando llegue al sanatorio para ver a mi padre, me informaron que Luis había estado, y luego de escuchar el reporte del médico, me fui a la casa de mamá. Alrededor de la una y media de la tarde se comunicaron desde el sanatorio con la casa de mamá. Como mi madre estaba acostada, atendí el teléfono. Me informaron que mi padre había tenido una recuperación y que lo trasladaban desde la terapia hacia una sala común. Bueno – pensé. El milagro se hizo. Yo tenía esperanza de que mi padre se recuperara aunque sea solo unos instantes y lo pueda ver al hijo Luis.
Al otro día, me informo el médico que ya no había más nada por hacer y que debíamos llevarlo a casa de mamá para atenderlo allí porque no había más motivos para que siga en el sanatorio. Lo llevamos a casa y luego de un día y medio papá se descompensó muy mal alrededor de las 19 horas y fue mi hermano Miguel quien lo trasladó hasta el sanatorio. A las 22: 05 me llamó a mi celular para informarme que papá había fallecido. Era el 2 de abril de 2007.


XII
Hermanos para siempre



En horas de la madrugada nos “entregaron” la Sala para el Velatorio. Así que hasta las 7 u 8 de la mañana estuvimos solos los 4: mi madre, mi hermano Miguel y su Sra. esposa.
Cerca de las 6 de la mañana en medio del silencio abrumador de la Sala mi madre pregunta sin ninguna mala intención:
-      ¿Quién sabe si vendrá la otra viuda, o no?


Estuvimos durante la mañana y parte de la tarde hasta que las 18 horas partimos con el cortejo fúnebre hasta el Cementerio de Estancia Grande, ubicado a unos 25 kilómetros de Concordia. Allí estaban sepultados su madre y padres y otros familiares. Fue un deseo que nos lo dijo en vida. Así se cumplió.

Luis Alberto no asistió al velatorio del padre. Yo lo esperé todo el día. Él se había enterado por el micro de LT15 “Correo del campo” lo de su papá.
Para mí era sólo la decisión de él, de venir al funeral o no. Tenía sus historias en su vida y yo no pretendía forzarlo a nada. No le avise, pero creía que lo sabía por la radio que el siempre escuchaba.
Era una decisión absolutamente de él. Era él el que había sufrido el abandono, la paternidad. Los sufrimientos eran solo de él. Nadie podía obligarlo a asistir al velatorio.
Podría haber sido un momento de desahogo o de venganza, de bronca reprimida hasta ese momento.
Todos los familiares de papá preguntaban si vendría Luis Alberto. Muchos de ellos querían conocerlo y sacarle los parecidos al padre. No pudo ser así.

La comunicación con Luis Alberto y su esposa continuó a través del celular. Muchas veces los fui a visitar a Los Charrúas en colectivo con Stella Maris, otras veces solo.
Al tiempo me compré mi primera moto, un Gilera 110, y lo visitaba en la Estancia “El Gallo”, donde él vivía con su familia, esposa y 4 hijos y era su lugar de trabajo.
Luis Alberto y su esposa en varias oportunidades me visitaron en Villa Adela.
Unos meses después, Luis había tenido un accidente en su ciclomotor y estuvo internado en el Hospital Masvernat de Concordia y luego paso su recuperación en mi casa.
Otras veces viajaba hasta Concordia por algunos trámites personales y llegaba hasta mi casa.
Así continuamos viéndonos a menudo. Mi familia siempre preguntaba sobre él.
Pasado algunos años, mi hermano Miguel se separó de su esposa y fue a vivir a lo de mi madre.
Fue entonces cuando tuvo la idea de empezar a relacionarse con Luis Alberto. Fue a buscarlo en su auto a El Redomón y lo trajo para que pasara las fiestas navideñas y de fin de año. Luis Alberto aceptó gustosamente porque ya no trabajaba en la Estancia. Su esposa se había ido con otro empleado del lugar.
Muchas fiestas patrias o fide semanas largos pasaba en la casa de mamá con mi hermano. Se habían hecho tan amigos, tan compañeros, que yo no lo podía creer. Pero así sucedieron las cosas.
Hoy mi hermano casi que vive y se desvive por Luis Alberto al que consideramos nuestro hermano total.
Siempre en algún asado en casa de mamá recordamos aspectos de lo que vivimos en su búsqueda y cosas que pasaron a lo largo de estos años.
Desde el día que me enteré de que tenía un hermano sentí que la familia se agrandaba para bien. Y hoy es de la familia. Mi madre lo aceptó tan bien que lo quiere mucho. Y él también la estima mucho. Es su nueva familia.
Para mí los tiempos cambiaron. Lo que pensaba antes de conocerlo ya no era así. Tuve que derribar muros altos construidos en mi mente. Tuve que disolver prejuicios arraigados en mi forma de vivir. Me siento más abierto, más propenso a seguir teniendo más hermanos si los hay. Todo puede ser.
Me provoco mucha tristeza saber de él y la vida a la que lo confinaron.
Me provoca mucha alegría saber que se siente bien y que está contento con su nueva familia.
Le agradezco a Dios profundamente haberme tenido preparado semejante historia.

Mario Liand

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